miércoles, 12 de septiembre de 2012


MV4

El Respeto a la Vida en las Sagradas Escrituras

AT

Las páginas de la Sagrada Escritura son recorridas por la preocupación por defender la vida humana siempre amenazada, no obstante esta preocupación se volvió cada vez más intensa. Así, en épocas muy primitivas se prohibió matar al "otro", porque en realidad no era tan "otro" como éste aparecía, lo que podría desencadenar venganzas tribales: se trataba de defender la propia sangre y el propio clan. Sólo poco a poco y lentamente se irá descubriendo que cualquier "otro", por muy lejano que estuviese era en realidad un hermano.

En este punto está plenamente de acuerdo el judaísmo y el cristianismo: el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios (Gen 1,26), como fruto de la atención minuciosa y deliberada de Dios (Gen 2,7). La vida humana brota del soplo divino: del "espíritu" mismo de Dios. Su aliento mantiene el aliento humano.

La Biblia recuerda que el mismo Dios, que no aprueba el asesinato de Abel, pone una señal sobre Caín para defender su vida de posibles venganzas (Gen 4,15). Este es uno de los numerosos gestos que se encuentran en la Biblia orientados hacia la condena de la venganza de la sangre.

Para Abrahán, al que el cristianismo, y las demás religiones monoteístas ven como padre y modelo de fe, la vida es un don gratuito y ya inseparable de la fe en Dios, sorprendente y hasta festivo (Gen 18,12). Pero la vida es también para él una responsabilidad y compromiso, como nos muestran los relatos etiológicos que evocan el nacimiento de Ismael como la protección que Dios dispensa a su vida en medio de los peligros del desierto (Gen 16; 21,9-21)

Pero especialmente  es el relato del sacrificio de Isaac, es el que se ha evocado para mostrar a los cristianos, judíos y musulmanes, que el respeto de Dios por la dignidad de la vida humana es una prioridad para Él y por tanto para su pueblo. Diversos pueblos, tanto en Canaán como en las colonias fenicias del norte de África, ofrecían a los dioses la vida de sus primogénitos para implorar la fecundidad. También Israel ha practicado ese rito en épocas de crisis en el intento de conjurar la ira de Dios (2Re 16,3; Mi 6,7). Abrahán, y con él todos los creyentes en el Dios de la vida, habrán de ir descubriendo que el Dios que conduce y protege no desea el sacrificio de las vidas humanas, sino que se contenta con los signos que indican la entrega de la voluntad (Gen 22). Y, sobre todo, habrá de comprender que el auténtico sacrificio consiste en la búsqueda de la justicia y la oferta de la misericordia, como recordarán los profetas (Os 6,6; Am 5,24; Mt 9,13; 12,7).

Así, las tres religiones monoteístas han subrayado, además, la majestad del precepto bíblico "no matarás" (Ex 20,13). Un mandamiento cuya promulgación está revestida de la máxima solemnidad. Y cuya vigencia se encuentra recordada una y otra vez por cien relatos populares y cientos de leyes complementarias. Haciendo un breve recuento desde la condena de la matanza a los siquemitas (Gen 34,30) al rechazo del asesinato de José (Gen 37,21), la desaprobación del homicidio intencionado (Ex 21,12) hasta la reprobación  del aborto provocado por una pelea (Ex 21,23), que ofrece motivo para recordar la ley del talión y evocar una antigua normativa apoyada en el código de Hammurabi, la Sagrada Escritura expresa la postura del Yhavé a favor de la vida.

No obstante lo anterior a lo largo de la historia de Israel, el pueblo de Dios presencia continuos asesinatos así como la vigencia de la ley del anatema y una cierta convivencia con la venganza sobre los enemigos del pueblo (1Re 2,9) (1Re 18,40) (9,13). Se diría que tan sólo en la época de los Macabeos es posible encontrar en una mujer de pueblo la más religiosa y profunda confesión sobre la vida humana (2Mac 7,30). Tal convicción se encuentra un eco entusiasta en las palabras del último de sus hijos, que se apresta a afrontar la muerte mientras se manifiesta su fe en el Dios de la vida (2Mac 7,30-38)

Si estas instituciones sobre el valor originario de la vida humana las encontramos en el Pentateuco, podemos comprobar que igual profundidad se encuentra entre los profetas, los orantes y los sabios: Ya Amós apostrofaba a las tribus amonitas por el crimen  de “haber reventado a las mujeres en cinta de Galaad, con el fin de ensanchar su propio territorio” (Am 1,13) La misma convicción de que la vida humana ha sido plasmada por la mano de Dios ya en el seno materno le sirve a Job para pleitear con Dios que parece abandonarlo cuando sus amigos lo acusan de pecado (Job 10,10-12) Por último en los propios salmos se afirma que “al hombre sanguinario y perverso lo abomina el Señor” (Sal (Sal 5,7) y que la espada se vuelve contra el que desenvaina la espada para matar a sus semejantes (Sal 7, 13-17). Pero sobre todo confía su vida a Dios (sal 36,10).

NT


            Por su parte en el Nuevo Testamento nos encontramos con Jesús de Nazareth,  quien no se limita a repetir los mandamientos de la ley de Moisés, los lleva a su plenitud, devolviéndoles su sentido último. No basta con no matar; había que superar las raíces de la cólera contra los hermanos. No basta tampoco con evitar el rencor contra el hermano: había que preguntarse si el hermano podría tener algún motivo para conservar el rencor (Mt 5,23-24). La fuerza liberadora del Reino ha de originar un cambio con respecto a la vida y a la contraviolencia en todas las relaciones humanas.

Pero Jesús no sólo habla sino que el mismo daba ejemplo de amor a la vida en cada una de sus encuentros con los que sufrían. Dedica su atención a los enfermos y devolvía la vida a los muertos. Sus acciones eran el anuncio del reino mesiánico. El pecado y la muerte empezaban a ser vencidos por la reconciliación y la vida. Para Jesús la muerte violenta no puede atribuirse a una culpa, pero trata de encontrarle sentido (Mt 10,28; Lc 12, 4-5). Por eso invita a la conversión (Mt 10,28; Lc 12,4-5) Más aun, sugiere que esa muerte simboliza el riesgo colectivo de perdición producida por el pecado que está en el mundo. De igual manera la muerte para el creyente no tiene la última palabra, pues quien está unido a Dios, vivirá para siempre. Incluso durante su proceso Jesús da testimonio de confianza en su Padre, el Dios de la vida, por eso es que la propia víctima entrega voluntariamente la suya (Jn 10,17-18).
Durante su proceso, Pilato pregunta a Jesús: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte? Y le respondió Jesús: No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba” (Jn 19, 10-11). Con razón se puede observar que la palabra “poder” (exousía) no tiene el mismo sentido en la frase de Pilato y en la de Jesús. La pretensión de Pilato a  poder disponer de la vida de Jesús  coloca con la afirmación de Jesús, que entrega voluntariamente su vida (Jn 10,17-18)

            Ya dentro de la primera comunidad cristiana, una vez resucitado, los discípulos de la primera hora otorgan a sus Señor un título que pronto será olvidado y que siempre debiera ser meditado de nuevo “El guía que lleva a la vida” (Hech 3,15). Esos mismos discípulos confiesan que la vida humana es responsabilidad de todos. Con motivo de un naufragio, Pablo comprende que Dios le ha concedido la vida de los que navegan con él (Hech 27,21), es como un anticipo de una conciencia solidaria  que habrá de configurar a la comunidad cristiana.

No es extraño que el mismo Pablo exhorte a los romanos a no tomar la justicia por sus propias manos  ante los desmanes causados por otros ( Rom 12,19) sino que se remitan a la justicia de Dios. Si toda la moralidad cristiana es un ejercicio de la caridad, Pablo nos recuerda que no es ocioso recordar que el "no matarás" y todos los demás preceptos se resumen en la fórmula "amarás a tu prójimo como ti mismo" (Rom 13,9). El verdadero discípulo sabe que ni la muerte puede apartarlo del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús (Rom 8,38) y acepta que Cristo sea glorificado tanto en su vida como en su muerte (Flp 1,20)

En la literatura joánica se evoca el recuerdo de Caín y Abel para afirmar con rotundidad  que "todo el que aborrece a su hermano es una asesino" y que "ningún asesino tiene vida permanente  en él" (1Jn 3,15) Así, los seguidores de Jesús no deben quitar la vida a nadie, sino dar su vida por los demás hermanos  (1Jn 3,16). En eso habrán reconocido lo que es el amor al recordar que el Señor  dio la vida por los demás (1Jn 3,16)

En resumen si es cierto que los escritos del Nuevo Testamento no ofrecen nuevas precisiones sobre el valor de la vida humana, ni demasiadas prohibiciones de las acciones que podrían poner en peligro la vida humana o llevarla a la muerte, también es cierto que parecen suponer que los cristianos están lejos de esa tentación. El espíritu que impregna al cristiano asegura el respeto y el amor por la vida humana.

Algunas observaciones entorno al uso de la Sagrada Escritura:

            Para cerrar esta lección me permito recordar algunos criterios básicos entorno a uso de la Sagrada Escritura, ya que ha sido frecuente en la reflexión de la ética de la Iglesia, el caer en el textualismo, en base a determinadas respuestas éticas en determinados textos aislados de la Biblia, que han sido escritos en contextos culturales distintos y desde esquemas de valoración diversificados. Y frecuentemente no se ha percibido que se estaba realizando una previa, e insuficiente crítica, selección de textos , que llevaba a asumir unos y a presciendir de otros. Por otro lado, el mismo mensaje bíblico contiene sus paradojas y contradicciones, al menos aparente, por ejemplo ante el mandato de “poner la otra mejilla”.

Sin embrago, el mensaje de la Biblia incluye unos contenidos de fe que exigen determinadas líneas de orientación ética referentes a la vida, McCormick señala algunas de ellas:

a)      Dios es el autor y el consumador de la vida.
b)      La vida es un don de Dios.
c)      Dios confiere un gran valor a la vida porque el es el autor y su fin.
d)     El hombre es un peregrino sobre la tierra, en donde no tiene su morada permanente.
e)      Dios se ha relacionado con el hombre de muchas maneras pero su suprema y definitiva manifestación es su hijo Jesucristo.
f)       Los hombres han sido transformados en nuevas criaturas, en una comunidad de transformados por la vida,. Muerte, resurrección de Jesús ; el pecado y la muerte han sido vencidos
g)      El último significado de la vida consiste en desarrollar la “nueva vida”
h)      El Espíritu se ha dado el cristiano para inspirarle y guiarle en este camino.
i)        El último destino del hombre es la venida del Reino, el retorno de cristo glorificado para redimir definitivamente el mundo.
j)        Cristo ha vencido al pecado y a la muerte, el cristiano debe poner en Él su esperanza y tomarle como su ley su modelo.
k)      La nueva alianza ha sido confiada al pueblo de Dios , dirigido por sus pastores.
l)        El nuevo Pueblo debe hacer continuamente presente a su Señor, en su muerte y resurrección s través de la celebración de la Eucaristía.
m)    La manifestación concreta de esta nueva vida en Cristo es el amor mutuo, que se manifiesta en actos concretos de justicia,, de gratuidad, de caridad.

            Así según Mc Cormick , estas intuiciones constituyen el marco y contexto desde el que se deben afrontar los dilemas ético concretos que hoy se plantea en el campo de bioética. 

domingo, 26 de agosto de 2012


LECCIÓN 3

MV3

El Respeto a la Vida Humana en la Historia de la Moral


La Teología cristiana ha reflexionado a lo largo de los siglos sobre la dignidad de la vida humana. Tal reflexión ha sido con frecuencia motivada por las circunstancias históricas que atravesaba la comunidad –particular o universal- pero las raíces de tal reflexión trascendieron el momento concreto en que se produjeron. Y es que en el pensamiento cristiano el valor de la vida humana no se limita a los márgenes de una antropología mejor o peor articulada, nace de la teología, de la consideración de Dios como Señor de la Vida; de ahí que tal reflexión no se limite a ser puramente ética, sino que se remonta a la consideración del ser de Dios mismo.

I. En los escritos de los Padres.

            A quienes conocen mínimamente el pensamiento de los antiguos Padres de la Iglesia les resulta difícil olvidar con respecto a la defensa y promoción de la vida, las vibrantes expresiones de San Ireneo “la Gloria de Dios es que el hombre viva” o la de San Ambrosio con respecto al fratricidio de Abel “Este es el más grande de todos los crímenes, en ese momento se debió desplegar la misericordia divina... pues no castigo al homicidio con la muerte”, también resuenan con fuerza la voz de San Juan Crisóstomo que afirma acerca de la vocación del ser humano:

“Ustedes que si ven que una fiera despedaza a una oveja, ¿qué sienten cuándo hacen lo mismo con sus semejantes? ¿No advierten que llamamos humano lo que respira compasión y bondad, y calificamos e inhumano todo lo que lleve algún signo de crueldad y dureza?”

De esta manera en los primeros siglos de la era cristiana, el precepto bíblico del "no matarás" quedo radicalizado a partir del mensaje evangélico y pacífico de Jesús. Así, aun teniendo en cuenta las difíciles circunstancias sociopolíticas de aquellas primeras comunidades cristianas, en el ambiente del imperio romano, su interpretación era absoluta, como lo podemos ver en esta cita de San Ambrosio

"no parece que el cristiano, justo y sabio, trate de salvar su propia vida con la muerte del otro"

            En otras palabras, cualquier atentado contra la vida humana, era considerado, en los primeros siglos del cristianismo, como algo totalmente opuesto al sermón de la montaña y al testimonio de Cristo.

            Junto a estos textos existen otros semejantes que dan testimonio del compromiso de los Padre de la Iglesia con la defensa de la vida humana siempre apelando a la necesidad religiosa de proteger la vida del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios; y llamado a ser responsable, tanto de la vida propia como la de sus hermanos.

II.  En la Teología Medieval

 Santo Tomás (Escuela Dominicana)
 Por lo que respecta a la ética de la vida corporal en la Edad Media ésta entró de lleno en el esquema teológico-moral de Santo Tomás a través de la virtud de la justicia. En la Summa fue el tratado de esa virtud cardinal la que le dio el horizonte propio a los problemas morales de la vida corporal.

En los escritos del mismo santo, los términos “vida” y “vivir” aparecen en más de siete mil ocasiones, lo cual hace difícil la precisión de sus alcances. De todas formas, se puede decir que esos términos encuentran en sus obras en un triple significado. En sentido propio la vida significa el esse de los vivientes, en un sentido derivado, vivir significa también la operación o actuación del ser viviente, y, en tercer lugar, en sentido ético  como la capacidad inscrita en el propio viviente para actuar según sus virtualidades internas. Como quiera que fuere lo importante es que el aquinate ve al hombre entero, como el ser viviente icono de Dios. También en la vida física, y aun la corporeidad humana forma parte de la imagen de Dios: “La misma figura del hombre es una huella que representa la imagen de Dios en el alma” La vida se refiere a todo ser humano, en cuanto “espíritu encarnado”.

De la anterior reflexión tomasina se han deducidos varios planteamientos acerca de la vida humana como un bien:

a)      La vida es un bien de la criatura racional, o sea de la persona, porque “el modo más perfecto de vivir es el de los seres dotados de entendimiento que son a su vez, los que con mayor perfección se mueven así mismos”
b)      Es un bien necesario para la realización personal, porque ésta depende del grado de felicidad alcanzado ya aquí en la tierra como prenda de la felicidad definitiva
c)      Es el soporte básico de los demás elementos que componen toda la vida humana, porque la estructura moral del ser humano le obliga a plasmar su impronta de sentido en toda la realidad de su vida.
d)     Es un bien que pertenece a todo ser humano y a cualquier otro ser vivo.
e)      Es un bien de la comunidad humana, porque la vida de cada individuo pertenece de alguna manera al patrimonio común de la humanidad.
f)       Es, en fin, un don recibido de Dios y que pertenece a Dios.

Así estas notas justificaron el valor y el respeto a la vida en la reflexión tomista, sin perder de vista otro fundamento que el mismo santo ve como más profundo: la dignidad propia de todo ser humano “por ser naturalmente libre y existente en sí mismo”, así “tanto el varón como en la mujer se encuentra la imagen de Dios”, y porque “la misma figura corporal del hombre es una huella que representa la imagen de Dios”.

Con lo anterior la dignidad humana se convierte así en el primer fundamento que eleva el nivel del máximo respeto a la vida humana: “Considerado en sí mismo, no es lícito quitar la vida a nadie, puesto que en todo hombre, incluso en el pecador, debemos amar la naturaleza, que Dios ha hecho y que la muerte destruye” (ST II-II q.64)

Sin embargo, también debemos anotar, dentro del pensamiento de Tomás, que a pesar de postular estos principios que le llevan a condenar tanto el suicidio como el homicidio, en otros temas se ve obligado a justificar numerosas excepciones, por ejemplo la pena de muerte, puesto que la vida humana se considera como un valor “absoluto-relativo” y condicionado por otros valores superiores, como el de la defensa de la vida de la comunidad, la defensa propia, o la de los inocentes, confiando siempre en la responsabilidad de la autoridad que ha de regir a la comunidad: "lo que Dios únicamente prohíbe es la occisión injusta de un hombre”.(Cursus Theologiae Moralis, VI, Madrid 1754).

Duns Escoto (Escuela Franciscana)

Siguiendo con la historia, nos tenemos que detener en la reflexión de Duns Escoto, la cual surge cuando aparentemente ya se había aceptado una interpretación más abierta sobre la prohibición de no matar, en ella se defiende el carácter absoluto de la vida humana. Así, para él y su escuela, la muerte de un hombre sólo está permitida por una dispensa formal de Dios, “pues ninguna otra persona puede arrogarse semejante poder, aun en el caso de criminales y malhechor” (Duns Escoto In IV Sententiarum). Así, aunque en la práctica se aceptaban bastantes excepciones, con este presupuesto se defendió una coherencia teórica mayor entre el texto sagrado con el respeto a la vida humana.

Este planteamiento, en el que está presente un nominalismo, propio de la escuela franciscana, hizo que la reflexión moral se orientara por otros caminos: la prohibición de matar tiene un valor absoluto e intrínsecamente pecaminoso, pues bajo ninguna circunstancia debe excluirse su ilicitud. Así, la tolerancia de estas limitaciones al precepto general sólo se explicaba por una supuesta inspiración divina, que daba al hombre poder sobre la vida del otro.

De esta manera, y como hemos visto, durante la Edad Media  se dieron en torno a la reflexión sobre la vida humana dos escuelas: la franciscana (Duns Escoto), y la dominicana (de Santo Tomás de Aquino), al paso del tiempo fue esta última la que prevaleció y la que de hecho oriento durante mucho tiempo la doctrina tradicional católica sobre el tema.

En síntesis, la distinción básica de estas corrientes residió en la interpretación del precepto bíblico "no matarás". Que los dominicos con una metodología de positivismo bíblico justificaron en algunas situaciones y la de reflexión nominalista, de los franciscanos, que en teoría nunca la permitieron.

III.  La Escuela de Salamanca

             El día 11 de junio de 1529 Francisco de Vitoria pronunciaba en la Universidad Pontificia de Salamanca su relección sobre el homicidio, que ampliaba las lecciones sobre la virtud de la fortaleza que, siguiendo a la Suma Teológica de Santo Tomás, estaba explicando aquel año. Toda la relección trataba de desarrollar una única proposición “siempre es impío suicidarse, pero es muy laudable, muchas veces de consejo y otras de precepto, sufrir con paciencia la muerte o voluntariamente exponerse a ella y tolerarla”.

            En esas sesiones irá estableciendo nuevos elementos a considerar en el debate sobre la defensa a la vida, veamos paso a paso su razonamiento:

a)      En primer lugar afirma que es impío darse a sí mismo la muerte, por ir contra la inclinación natural del hombre que, por principio, responde al bien. Defender la vida es en realidad un acto de fe en la bondad de Dios y en la bondad del ser humano creado a su imagen.
b)      Sin embargo, a Vitoria más que la cuestión del suicidio, le interesa la pregunta por la bondad misma de las inclinaciones naturales del hombre. El suicidio es contra el proyecto del decálogo que dice “no matarás” luego es pecado y pecado mortal.
c)      Ante ese precepto, y tomando en cuenta la primera argumentación, Vitoria considera que matar en justa defensa no cae bajo este  precepto y que su licitud no viene determinada por una ley positiva, en este caso revelada, sino por un derecho anterior a ella (ley natural).
d)     Ante la dialéctica entre ley natural y el precepto revelado, Vitoria apuesta por la determinación del bien y del mal sobre la base de la primera, con lo cual parece tener ante sí tanto a los teólogos nominalistas, como a la teología reformada que apelaba a la “sola Escritura”.
e)      Por otra parte, se plantea Vitoria una cuestión muy moderna, como es la del alcance de los preceptos absolutos, de ahí parte precisamente: “Siendo este precepto de no matar en absoluto, como nos consta con certeza que algunas ocasiones puede matarse, con razón debe discutirse qué es lo que en él se prohíbe y cómo se prohíbe el homicidio”.
f)        La respuesta de Vitoria es que en algunos casos matar a otro es lícito y bueno, como el hacerlo en defensa propia; luego en este caso no está prohibido en todos los casos  aquel precepto “No matarás”.
g)      El maestro roza además la autoridad para matar, contra lo dicho por San Agustín que veía en la autoridad legítima una delegación divina. Vitoria rechaza el principio de la delegación de la autoridad divina y la licitud de la occisión en virtud del mandato positivo revelado. De nuevo apela al derecho natural. La autoridad no tiene derecho a matar al inocente.
h)      El teólogo, finalmente, no olvida el objetivo de su relección y así, a todas estas consideraciones, concluye la ilicitud del suicidio “Nadie es juez de sí mismo ni tiene autoridad sobre sí mismo, y por eso nadie puede darse  la muerte, aunque sea digno de ella y nocivo a la república”.

IV. San Alfonso y la Casuística           
Ya dentro del renacimiento se dio otra manera de tratar los problemas éticos de la vida corporal: abordándolos dentro del esquema moral del V mandamiento. La tradición jesuítica-alfonsiana mostró una peculiar preferencia por el esquema de los mandamientos y lo introdujo no sólo en los manuales de moral, sino también en la conciencia moral del pueblo cristiano que hoy en día muchas veces sigue viendo en este esquema la síntesis de su vida moral.

             De esta manera el libro del Jesuita Azor, que suele considerarse como el primer manual de moral casuística (1611), desarrolla los problemas morales de la vida corporal (homicidio, duelo, guerra) en la exposición del V mandamiento. San Alfonso sigue este mismo planteamiento y en sus aportaciones al texto de la Medulla hace descender su pensamiento a la casuística más interesante de su época, que imponía penas eclesiásticas a los homicidas, tanto los mismos asesinos como los que sirven en ellos, a los organizadores y asistentes a las corridas de toros, la licitud del suicidio para evitar una muerte peor, a quienes se vean en peligro de violación, incluso la ilicitud de la autoejecución y la probable ilicitud de la castración de los niños cantores, etc.

            Los posteriores manuales de moral casuística siguen la orientación marcada por San Alfonso, aunque, como es natural, desarrollan las aplicaciones de los principios para alcanzar los problemas nuevos que van surgiendo, así en la exposición del V mandamiento  los manuales alcanzaron cada vez mayor precisión y sistematización para casos concretos pero perdieron la visión de conjunto y las profundidades de la reflexión del Evangelio.

V. Época más reciente

Por último y más recientemente, siguiendo la tradición jesuítica, los problemas relacionados con la vida humana han tenido un tratamiento autónomo, y consiguientemente más sectorizado así se ha hablado de temas en concreto como los de: medicina pastoral, ética médica, magisterio pontificio de la salud, deontología de las profesiones sanitarias, etc. Cada uno de estos materiales sirvieron y servirán para profundizar en la problemáticas concretas que enfrenta el valor de la vida hoy en día. Aquí, me parece que vale la pena hacer una acotación, pues si bien es necesario ir especializándonos en problemas concretos de moral o ética de la vida sin caer en la casuística, es necesario también recuperar en conjunto el valor de la vida humana con planteamientos teológicos globales, que permitan presentar unas serie de principios y criterios generales ante cualquier conflicto de valores donde e vea involucrada y puesta en riesgo la vida humana. Por otro lado, es pertinente recordar la importancia del planteamiento interdisciplinar en este tema en búsqueda de propuestas integrales a favor de la persona a nivel total.

Así la teología moral, con respecto al valor y promoción de la vida, se encuentra ante el reto que le lanza la situación presente y futura de encontrar principios y criterios que alienten a un compromiso de los hombres y mujeres de nuestro mundo con el desarrollo integral de la persona humana, especialmente con ese elemento que está en la base: su propia vida.

lunes, 20 de agosto de 2012

PROGRAMA DEL CURSO



PROGRAMA DEL CURSO

Objetivos.
Al finalizar del curso, el alumno:
1)      Fundamentará teológicamente la moralidad de la conducta en pro de la vida.
2)      Dará razón de los elementos antropológicos, científicos y teológicos que configuran el entramado de la reflexión sobre el respeto a la vida humana.
3)      Utilizará en su reflexión moral, y en situaciones de conflicto los criterios y valores cristianos referentes al respeto y promoción de la vida de acuerdo con las Sagradas Escrituras, la Tradición y el Magisterio.

Temas y subtemas.
1. El sentido y el valor de la vida humana
a)      Introducción
b)      El respeto a la vida humana en general
c)      La Ética Teológica y la vida humana.
2. La ética de la vida humana en la Historia de la Moral
3. La vida humana en las fuentes de la Revelación
a)      La vida humana en la Biblia
b)      La vida humana en los Padres de la Iglesia
c)      La vida humana en el Magisterio
4. Hacia una nueva reflexión moral sobre el valor y el respeto a la vida humana
a) Autonomía y Teleología
b) Ética de Mínimos y Máximos
5. Principios y criterios morales en general de Moral de la Vida
6. Origen y primeras fases de la vida humana
a)      El estatuto antropológico del embrión
b)      Técnicas de reproducción asistida
c)      Congelación de embriones
d)     Maternidad subrogada
7 El aborto y eugenesia
8. Población y regulación de la natalidad
a)      Políticas demográficas y paternidad responsable
b)      Métodos de control de la natalidad
9. Ingeniería genética
a)      Asesoramiento genético
b)      Clonación
c)      Transgénicos y medio ambiente
10. Salud y enfermedad
a)      Transplante de órganos
b)      Drogadicción y alcoholismo
c)      SIDA
d)     Relación médico – paciente
11. Agresiones contra la vida
a)      Suicidio
b)      Homicidio
c)       Tortura y pena de muerte
d)     Huelga de hambre
12. Etapa final de la Vida
a)      Eutanasia, distanasia y ortotanasia
b)      Enfermos terminales
13. Síntesis y conclusiones

Método.
El método será “magisterial” hasta el quinto tema, a partir del sexto se realizarán exposiciones por parte de los alumnos, después de la presentación se pide una síntesis escrita de lo expuesto.
Evaluación.
La evaluación se integra de la siguiente manera:
25% Exposición y síntesis del tema
25% Participación
50% Examen

Bibliografía básica

BONNÍN Eduardo, Manual de Bioética Teológica, DABAR, México 2005.
BLAZQUEZ Niceto, Bioética, La Nueva Ciencia de la Vida, BAC, Madrid, 2000.
ELIZARI Fco. Javier, Bioética, San Pablo, Madrid, 1994.
FLECHA, José-Román, La Fuente de la Vida, Sígueme, Salamanca 1999.
GAFO, J, 10 palabras claves en Bioética, Verbo Divino, Estella, 1993.
GAFO, J, Bioética Teológica, DDB, Bilbao 2003.
LÓPEZ AZPITARTE, Eduardo, Ética y Vida, Desafíos actuales, Paulinas, Madrid, 1990.
LA TORRE M. Antonietta, Ecología y Moral, DDB, , Bilbao, 1993.
MARSICH, H. Mauro, Sexualidad, Amor y Bioética, Ed. Xaveriana, México, 1996.
MIFSUD Tony, El respeto por la Vida Humana, San Pablo, Chile 2002.
VARGA, Andrew, Bioética,  Principales problemas, Paulinas, Colombia, 1989.
VIDAL, Marciano, Moral de Actitudes, T. II-2° parte, PS, Madrid, 1991.




Introducción.

Una preocupación ha recorrido la historia de la humanidad y es el interés por su propia vida, sin embargo como afirma el moralista José Ramón Flecha, un río de sangre atraviesa la historia de la humanidad, y si bien todas las culturas han tenido la buena preocupación por prohibir el asesinato, y otras agresiones contra la vida, en diversos momentos de su historia, cada una de ellas se ha visto obligada a repetirse a sí misma ese mandamiento, no por falta de prescripciones morales o legales, sino por el alcance de las mismas, es decir, ¿cómo hacer real que la vida sea respetada por la humanidad entera? ¿qué criterios y principios pueden lograr la promoción y defensa de esta valor a nivel universal? Nosotros en este curso trataremos de aportar algunos elementos desde la teología moral con el fin de colaborar en el respeto, promoción y protección de este valor fundante de la persona.

Y es que, no obstante, en la actualidad asistimos a una tapa de gran interés por los temas relacionados con la medicina y de la biología, y son múltiples las manifestaciones del aprecio por los derechos del hombre, su dignidad, etc... El valor de la vida sigue siendo un tema discutido, sobre todo cuando se pone en conflicto con otros: la técnica, el poder, economía, etc. Lo que cuestiona nuestro pretendido interés por el valor de la existencia humana.

No podemos dejar de reconocer que hoy se habla y se escribe mucho sobre diversos aspectos de la vida humana, referentes a su cuidado, promoción y defensa; se ofrecen  cursos más o menos organizados y estables sobre ética médica en Centro Universitarios, en Hospitales, y en diversos Institutos; además de la organización de congresos y simposios sobre el tema de los Derechos Humanos en sus diferentes generaciones, además de la proliferación de ONG´S que tutelan el respeto por la vida de grupos marginados o con características especiales. Pero también es pertinente acotar ante estos hechos que basta acercarnos a los medios de comunicación para enterarnos que la vida es constante amenazada por guerras, hambrunas, políticas económicas y tecnológicas, etc.

Incluso es paradójico que se siguen dando, a este respecto, discusiones sobre quiénes son los profesionales responsables del cuidado de la vida humana y de su promoción, así han surgido descalificaciones de aquellos que teorizan sobre la vida humana y su respeto, contra aquellos que más bien trabajan en el área de la salud y de la investigación práctica y viceversa, por ejemplo ante la experimentación con embriones o células madre, o cuando se habla de pena de muerte, eutanasia y aborto; incluso en ciertos círculos existe cierto recelo hacia los moralistas y filósofos éticos, por un pretendido peligro de prestar “demasiada” atención a los principios y consecuentemente alimentar un alejamiento tácito a la práctica. Otros, en cambio, desconfían de los médicos, científicos y personal sanitario en ejercicio, por su preocupación excesiva por lo concreto.

            Así, a la vez que la Ciencia y la Tecnología han transformado nuestras vidas e indiscutiblemente forman parte de ella en nuestro diario acontecer. Es en esta cotidianeidad que en ocasiones nos parece maravilloso tener tantos adelantos tecnológicos pero en otras es la ciencia y a la par la tecnología, la causante de nuestras preocupaciones. Muchas veces la utilización que de la ciencia se hace está basada en criterios subjetivos. Dependiendo de los grupos que poseen los adelantos y de las autoridades en turno, es que podemos esperar que el conocimiento científico se use o no para mejorar las condiciones de vida de la humanidad.

Frente a estas posturas exclusivistas y recelosas, la moral de la vida trata de integrar los diversos aportes de uno y otro sector, en el intento de evitar enfoques parciales de una realidad rica en dimensiones.

En cuanto al interés de la Iglesia por estos temas está bien documentado a través de los siglos, pero sus expresiones varían según tres factores: la evolución de las ciencias médicas, los cambios culturales y sociales, e incluso desde su propia autocomprensión, además de la evolución que ha sufrido la reflexión moral a partir de nuevos modelos de reflexión filosófica. Así, en la Iglesia en la cual prevaleció durante mucho tiempo sólo el aspecto espiritual y religioso de la vida, hoy se nos invita a interesarnos por los aspectos técnicos y médicos necesarios para una adecuada praxis pastoral.

Por eso hoy la teología moral de la vida se enfrenta a grandes desafíos que cuestionan su misma existencia e incluso su pertinencia para abordar estos cuestionamientos más allá de la ciencia y de la técnica, así la gran tarea de la bioética teológica no es sólo decir una palabra sobre temas tan importantes como el aborto, la eutanasia, la clonación o la pena de muerte sino hacer que esa palabra verdaderamente sea eficaz en la construcción de un mundo más humano y por tanto más cristiano.

En este curso seguramente abordaremos temas que hoy se encuentran en el centro de la discusión social, médica, técnica, científica e incluso política por lo que se requiere algo más que aprender una serie de fórmulas para resolver invariablemente un determinado problema, es necesario ir mucho más allá y plantear un verdadero diálogo con las ciencias médicas y biológicas para que a partir de un encuentro fecundo con ellas la teología pueda ofrecer caminos de vida y esperanza al pueblo de Dios en este tema tan crucial. 

sábado, 18 de agosto de 2012

Lección 1


EL RESPETO A LA VIDA HUMANA

Lección 1

I. VALOR DE LA VIDA HUMANA

            Iniciando el nuevo milenio una cosa es clara para la mayoría de los seres humanos extendidos por todo el planeta: “La vida es sagrada”, sin embargo, tenemos que preguntarnos ¿Por qué entonces es tan poco respetada? Y es que es evidente que vivimos una cultura de muerte. Miles de personas mueren diariamente, y no precisamente de forma natural, sino por las guerras, la violencia, experimentos científicos, el hambre, etc. Se ha llegado a hablar incluso de una especie de “conjura contra la vida” al constatar día con día las sistemáticas agresiones contra este valor prioritario.

            Las causas de esta crisis son múltiples, por ejemplo: un enfoque positivista de la existencia humana, un hedonismo egoísta y utilitario, una comprensión de la libertad humana desde la clave de una subjetividad exasperada, la primacía del interés económico, un olvido del lugar de la persona en la creación, la posibilidad de jugar a ser Dios, y, sobre todo, la pérdida del sentido de la vida.

            Ante tal estado de la situación, la preocupación ética se hace indispensable y necesaria, no obstante que son todavía muchos los que piensan, apoyados en una imagen de la moral demasiado caricaturizada, que la reflexión ética no cabe en un mundo científico, democrático y pluralista como el nuestro.

Sin embargo, no podemos, ni debemos, olvidar que la dimensión ética es imprescindible en la cualquier actividad verdaderamente humana, una decisión, sino es insensata, se toma a partir de unos presupuestos y finalidades determinadas, que la adjetivan invariablemente como moral. Y es que el hombre necesita ciertos criterios que estructuren y den coherencia a su conducta y a su forma de actuar, pues de lo contrario, no sabría porque se comporta de una u otra manera, ni que elegir cuando se le presentan diversas alternativas. En otras palabras, la dimensión ética va configurando las decisiones que armoniza la personalidad y reajusta interiormente al ser humano para darle un sentido coherente a la vida.

Ante lo señalado es que se impone una reflexión moral sobre los desafíos actuales que se le plantean a la vida misma en un mundo tan altamente tecnificado, pero que muchas veces carece de una orientación clara de hacia donde quiere ir. Así nosotros en esta primera sesión trataremos simplemente mostrar por qué vida es para nosotros un bien tan valioso que merezca darle una orientación.
            Y es que, aunque es claro que el respeto a la vida aparece como uno de los principios más fundamentales y evidentes en todas las ideologías y culturas, y su fundamentación aparentemente no necesita ningún esfuerzo racional, pues constituye una exigencia básica del sentido común, dado que sin conservar y cumplir este valor no hay ninguna posibilidad de convivencia y armonía entre los seres humanos y no es posible ningún tipo de relación humana; os hombres, de todos los tiempos, han intentado buscarle una justificación racional, como si esta intuición generalizada no fuera del todo convincente o pudiera ser demasiada ambigua, sin argumentaciones más concretas.

Santo Tomás de Aquino sin duda ha sido uno de los autores que supo presentar mejor el valor de la vida rechazando cualquier atentado contra ella, ya sea personal o ajena. Su racionamiento gira en torno a tres ideas principales:

a)      Todo ser se ama por una inclinación natural a sí mismo, que le lleva a luchar por su propia conservación y defenderse de todo aquello que pueda destruirlo.
b)      La dimensión social es un segundo punto que resalta, recogiendo una idea subrayada por Aristóteles. La vida de cada individuo pertenece de alguna manera al patrimonio común, “como parte la parte, en cuanto tal, es algo de un todo”.
c)      La tercera consideración tiene una base profundamente religiosa, que ya estaba presente en las páginas del AT y se ha mantenido de una manera constante a lo largo de toda la tradición cristiana. La vida se considera un regalo de Dios. Si Él es el dueño y creador, la vida es una realidad de la que no podemos disponer, pues somos simples administradores de ella.

De estas afirmaciones podemos concluir que la protección a la vida y su promoción son unas exigencias humanas y que toda persona tiene derecho a vivir dignamente y a poseer los medios necesarios para prevenir y recuperar la salud.

Y en el terreno práctico el derecho a la vida debe traducirse en un primer imperativo para toda persona: respetar la vida propia y la ajena, este “sí” a la vida representa un compromiso ético para que todo hombre viva según su dignidad y conserve su vida desde su inicio hasta su muerte. Desde el “sí” a la vida se comprende mejor el “no” rotundo a cuanto se oponga a una vida dignamente vivida.. Esta opción concreta se traduce en la denuncia contra todo agente destructor de la integridad de la existencia, como sucede con la tortura y la mutilación, pero también en un compromiso permanente para promover acciones que aseguren la promoción de la vida humana.

El problema ético consiste en discernir adecuadamente en situación de conflictos de valores cuándo y cómo actuar en situaciones concretas donde se pone en juego la vida o la dignidad de las personas. De esta manera la opción por una vida digna presupone, ante todo, unos criterios y unos fundamentos necesarios para comprender el sí o el no ante la situaciones reales que nos interpelan constantemente.

            La bioética juega un papel fundamental ya que a través del conocimiento de la misma y de su participación en la generación y aplicación del conocimiento científico, se pueden considerar los caminos más adecuados para fortalecer actitudes encaminadas a valorar y cuidar la vida. Estas decisiones consideradas desde un entorno real y desde la situación cultural, política, económica y humana que nos toca vivir

II. EL TÉRMINO BIOÉTICA Y SU PROBLEMÁTICA

            Históricamente, la bioética ha surgido de la ética médica, centrada en la relación médico-paciente. Respecto a ésta última, la bioética supone un intento de conseguir un enfoque secular, interdisciplinario, prospectivo, global y sistemático, de todas las cuestiones éticas que conciernen a la investigación sobre el ser humano y en especial a la biología y la medicina

            El término bioética es de acuñación reciente (años 70). Nacido en el ambiente anglosajón, ha encontrado favorable acogida en las restantes áreas lingüísticas. La composición de la raíz griega alude a dos magnitudes de notable significación: bios (vida) y ethos (ética). Propósito general de la bioética es lograr "composición” entre estas dos realidades de la vida y de la ética. Para Van Rensselaer Potter (1971) uno de los primeros en utilizar el término "La bioética consiste fundamentalmente en servirse de las ciencias biológicas para mejorar la calidad de vida". En estas consideraciones se advierte de inmediato tanto la amplitud del significado como la consiguiente imprecisión del contenido. Hay quienes, situados en el extremo opuesto, limitan la relación entre vida y valores éticos en el área de la actividad médica. Según esta consideración, bioética vendría a ser un nuevo término para expresar el viejo concepto de ética médica.

En el momento actual, la norteamericana "Encyclopedia of Bioethics" marca el significado vigente de la bioética, la cual puede ser definida como "El estudio sistemático de la conducta humana en el área de las ciencias de la vida, como biología, la medicina, la antropología, la sociología". El análisis de los temas, aunque tiene una omnipresente referencia a la ética, tiene que ser llevado a cabo mediante una metodología interdisciplinar; ciencia, derecho, política son magnitudes imprescindibles para configurar la bioética.

En este contexto es que la ciencia de la bioética se ha establecido progresivamente como la plataforma común sobre la cual expertos de diversas disciplinas como la medicina, la filosofía, las leyes, la teología y las ciencias sociales colaboran para resolver problemas comunes en el ámbito de la salud pública.

Durante mucho tiempo los problemas morales de la biomedicina han estado orientados y regulados básicamente por dos instancias: la moral religiosa y los códigos deontológicos. Sin embargo la bioética se ha configurado a partir de las desconfesionalización de la ética y liberándose del predominio de la codificación deontológica, lo cual significa que la bioética ha de apoyarse en la racionalidad humana, secular y compartida por todas las personas, y ha de situarse en el terreno filosófico, buscando un paradigma de racionalidad ética que se sitúe más allá del ordenamiento jurídico y deontológico, y más acá de las convicciones religiosas.

Desde este punto de vista la preocupación ética que estuvo centrada sobre las condiciones básicas y elementales para la vida como simple subsistencias ha pasado a un segundo puesto, pues parece que tal presupuesto es hoy demasiado limitado e indigno de una sociedad desarrollada.  Así, desde hace poco el interés se ha proyectado sobre la calidad que merece la vida humana. El hecho de existir no parece digno ni apetecible, sino va acompañado de otra serie de cualidades y exigencias que lo hagan más preciable y gustoso.

En este contexto es en Estados Unidos, por ejemplo, donde se aprueba por primera vez un documento, que va a tener una pronta e importante repercusión, tanto en la bioética, como en la praxis sanitaria: la carta de los derechos de los enfermos de los hospitales privados norteamericano quienes reconocen cuatro derechos fundamentales : a la vida, a la asistencia sanitaria, a la información y a la muerte digna; apreciándose en ellos un cambio cualitativo en la visión que se tenía sobre el paciente y la bioética.

Por otro lado, el término bioética corresponde más a las siguientes nuevas características de esta área:
a)                          Apertura significativa a temas nuevos, que deben tratarse desde la ética y que desbordan de forma importante a los que eran tratados en los clásicos de Ética y Moral médica.
b)                          Apertura a un proceso de secularización que afecta muchos ámbitos de la sociedad occidental.
c)                          El tercer factor se refiere a proceso de socialización de la medicina, que ha afectado de forma irreversible a muchos países
d)                          Por último, es muy importante tener en cuenta que la bioética, desde su propia etimología, desborda las temáticas de las clásicas o moral médica, ya que no sólo se refiere a los problemas que surgen en el ámbito sanitario, sino que incluyen una preocupación ética generalizada por toda la vida (bios).

De lo anterior es que se exige que la ética sea un elemento imprescindible de cualquier actividad humana y que cada vez más vaya ampliando sus alcances especialmente en el terreno de la vida.